Ester y su familia en la Fiesta de la Lactancia Materna de Zamora 2012
En la pasada Semana Mundial de la Lactancia Materna del 2012, Creciendo Juntos participó, entre otras actividades, con un foro de madres en el que compartir, entre familias, las experiencias de lactancia que habíamos vivido. Una de las "valientes" que se subió al estrado a poner voz y rostro a su experiencia fué
Ester Brunicardi, que trataba de transmitir la importancia de tener cerca una red de apoyo con la que consultar, en la que apoyarse y con la que compartir, de mujer a mujer.
Ahora Ester y su familia han comenzado una gran aventura, se marchan a otro continente y nos gustaría que supieran cuanto cariño y calidez dejaron tras de sí. Por eso compartimos las palabras que aquel día Ester nos dijo al compartir generosamente su experiencia:
Hola a tod@s:
Soy Ester, la mamá de Luna, una niña
preciosa que acaba de hacer un añito; y la Razón de que hoy esté
aquí pasándolo fatal, pues esto de hablar en público no es para
nada lo mío. Pero pienso en ella y en todos los bebés y en sus
mamás, que por la “no” información que recibimos, se quedan sin
algo tan maravilloso e importante como la lactancia; y entonces saco
el arrojo necesario para estar aquí, contándoos mi experiencia y,
si con ello puedo ayudar a alguna mamá que esté pasando por lo
mismo, entonces habrá merecido la pena.
Cuando estaba
embarazada me imaginaba la maternidad y la lactancia (en cuanto a
idea), bastante parecido a lo vivido, puesto que en mi entorno
familiar, todos los bebés han sido amamantados y porteados. Yo lo
veía y sabía que era lo que yo quería. Quería sentir y vivir lo
que mis hermanas y primas sentían, me enternecía profundamente esa
mirada cómplice entre ambos a la hora de mamar.
Evidentemente, esa era la idea, porque
cuando llegó el momento, todo aquello que imaginaba que sentiría,
se multiplicó por infinito…
Pero claro, esto llegó después,
cuando ya todo funcionaba, pues mi contacto inicial con la lactancia
distó mucho de ser algo relajado entre una mamá y su bebé.
Os pongo en
antecedentes de la forma más breve posible. Cuando Luna nació,
enseguida se cogió al pecho, yo, no sentía tirón alguno, pero el
personal que me atendía en ese momento decían que era suficiente
para un recién nacido.
A continuación, y debido a la
estimulación del bebé y a la no succión (esto lo sé ahora,
después de una buena información), mis pechos se pusieron duros
como piedras, y no exagero (que se lo pregunten a mi marido, jaja),
dolía una barbaridad; cuando mi pecho se ablandó lo suficiente,
mi pezón permanecía plano, entonces yo empecé a agobiarme, “habían
pasado tres días y no era capaz de dar el pecho”.
Cuando acudimos al pediatra de
urgencias, por la pérdida de peso de mi niña, nos dijeron que
estaba deshidratada y necesitaba comer. Así, nos mandaron para casa
con la dosis de leche adaptada que debía tomar y cada tres horas
exactamente. Antes de irnos, de nosotros salió sugerir: “¿si me
saco la leche en vez de darle esta otra?”. A lo que nos
contestaron: “mucho mejor, claro”…..
A la semana de estar con biberones,
sacando leche, usando pezonera y sobre todo de poner a Luna al pecho
piel con piel, seguía sin engancharse. En ese momento decidimos
llamar a ese grupo de mamás, Creciendo Juntos, al cual estoy muy
agradecida, y que vinieron a casa a vernos y, tras comprobar que
hacíamos todo lo que se recomendaba, nos transmitieron que
tuviéramos paciencia, tesón y sobre todo que estuviéramos
relajados, “llegaría el momento en que Luna se enganchara”.
Y así fue, durante los siguientes 15
días cada vez me sacaba más leche pues necesitaba encontrar el
nivel de producción que Luna demandaría cuando llegara “el gran
día”. Íbamos cambiando las tomas de leche de fórmula por la mía
y siempre poniendo a Luna al pecho, con y sin pezonera (lo cual no
era lo más agradable), pero al pecho. Hubo malísimos momentos, pues
aunque tuve la suerte de librarme de grietas y otros males, si tenía
bastante dolor cuando usaba la pezonera, y sobre todo la
desesperación por no poder alimentar a mi niña como yo deseaba. A
punto estuve de tirar la toalla en varios momentos.
Pero, afortunadamente, contaba con la
experiencia de mi hermana, que aunque estuviera lejos siempre
desahoga mucho hablar con alguien que ha pasado por lo mismo. Y sobre
todo tenía a mi lado al papá de Luna, que deseaba la lactancia
tanto como yo. Él en esos delicados momentos siempre estaba ahí
para animarme y para hacer todo aquello que yo no podía, como
despertar a mi niña para que comiera, pues dormía profundamente y
podía pasarse el día entero; y yo no era capaz, me parecía hasta
cruel…; o para gastar una broma a tiempo y echarnos unas risas,
siempre viene bien destensar el momento. No olvidemos que, además de
la rutina que conlleva el comienzo de la maternidad, hay que añadirle
ese descontrol hormonal que ataca a la mamá con mayor o menor
virulencia, dependiendo de cada caso.
A mí en concreto me pegó un buen
viaje, sin llegar a la depresión, muchos ratos pasé llorando
angustiada y sin saber porqué pues por fin era mamá, lo que había
deseado tanto. Por todo esto quiero enfatizar en lo importante del
papel del papá.
En resumen, quince días después del
primer contacto con la asociación de mamás, Luna ya se
“enganchaba”, y poco a poco fuimos quitando biberones hasta
llegar a una lactancia normal, y totalmente satisfactoria. Enseguida
se creó un vínculo especial entre nosotras, no la oía ni llorar,
sabía enseguida cuando tenía hambre o cuando quería calorcito de
mamá. Desde entonces, todo fue rodado.
Y saliendo de sentimentalismos, la
tranquilidad total de saber que mi bebé tomaba el mejor alimento que
existe, sin preocuparme de llevar una bolsa entera de biberones,
leches, agua, calienta biberones.., “ con el dineral que eso
supone” ; ahora sólo tenía que sacar la teta, sin angustias de si
“ le pongo 100ml y sólo toma 50ml” o “ ¿cuánto hace que le
dí el biberón?”, pues los niños comen como nosotros, “cuando
tienen hambre”, saben regularse igual que tu.
En fin, yo les diría a las nuevas
mamás que a pesar del mes inicial que pasamos volveríamos a hacerlo
por uno solo de los momentos que paso con mi niña cuando le doy de
comer.
Si tenéis problemas al inicio, no os
desesperéis, pedid ayuda e información a los grupos y
profesionales formados en temas de lactancia, pues no todos lo están.
Antes de acabar, me gustaría dar las
gracias al papá de Luna, porque gracias a él, nosotras tenemos
innumerables momentos.
Ester.
Un gran abrazo, familia, os deseamos la mejor suerte!!!!!!!